La pequeña Lucía no se acostumbraba a los amplios espacios de la casa nueva, prefería la de su abuela y su pequeño mirador que daba a la plaza del pueblo. Tampoco se habituaba a la cuna niquelada, con ese edredón de un azul desteñido por el uso; cinco dueños había tenido y el sexto ya reclamaba su pertenencia desde el seno materno. Hasta entonces, ella compartía cama con sus tres hermanas en la buhardilla. En la recién estrenada cuna se sentía como un pajarillo en un gigantesco y extraño nido. Y para nada le gustaba la ciudad, ni su anciana vecina del primero izquierda, por mucho que le hubiese regalado todos aquellos juguetes de cuando sus hijos eran pequeños. Había algo en aquella mujer que le daba escalofríos. Tal vez fuera la verruga con pelos que tenía en la barbilla o que le olía el aliento a pescado.
Definitivamente no le agradaban las holguras que notaba a los lados del colchón, ni la frialdad de los barrotes de hierro. Tampoco le gustaba la oscuridad. Ni el armario. Tenía ojos. Eran enormes y profundos.
A la hora de dormir, su hermana mayor le daba las buenas noches con un besito en la frente y a Katy, su muñeca preferida, de suave algodón y pelo de lana, y apagaba la luz. Era cuando el miedo movía su mundo. Pero no era un miedo racional hacia lo desconocido. Era un terror absoluto hacia lo oculto; lo fantasmagórico. Su corazón de quince meses se encogía cuando las sombras comenzaban a bailar. Ascendían por la pared hasta llegar a la estantería de los juguetes. Las muñecas surgían amenazantes, dispuestas a salir andando si ella dejaba de vigilarlas. Mirara donde mirase, ellas estaban allí, al acecho, esperando a que cerrara los ojos para llevársela. Por eso Lucía no dormía y por eso arrojaba a Katy a través de los barrotes, esperando que con ello, aquellas vengativas aceptaran su tributo y dejaran de hostigarla con sus crueles vocecillas. Y es que a pesar de su corta edad, Lucía sabía que las almas de los niños que se extraviaban de camino al limbo, se escondían dentro de los cuerpos de cartón piedra en busca del calor maternal que las niñas daban a sus muñecas. Y por culpa de su vecina, ahora, la casa nueva estaba llenita de Mariquitas Pérez.
Copyright: Luisa Ferro
Foto extraída de Internet.
Excelente Luisa. maravilloso relato que escarba en la profundidad de la mente de los niños y nos conduce hasta su recondita magia, la que tambié fue nuestra una bella época de mi vida.
ResponderEliminarFelicitaciones y un beso.
Luisa, no dejas de sorprenderme y no dejo de admirarte. Magnifico.
ResponderEliminarSi te digo la verdad, las muñecas me dan más miedo ahora de mayor que cuando era una niña. Va a ser verdad eso que dice el relato de las almas del limbo.
Besos
Gracias, Josef.
ResponderEliminarYo era una niña muy miedosa. Temía la oscuridad, los ojos del armario y sobre todo a las muñecas. Las antiguas y de porcelana, todavía hoy me ponen los pelos de punta. Todo tiene su explicación, pero como espero contarlo en algunas de mis novelas no puedo decírtelo.
Un beso, majo.
Hola, Trini.
ResponderEliminarCuando el río suena, agua lleva. No lo dudes.
Yo no supero lo de los ojos de cristal. Quién me conoce sabe que no quiero ver una muñeca ni de lejos. Algunos familiares se han traído mucho canchodeo con esta aversión mía, pero…
Un beso muy fuerte.
Luisa, me lo llevo para mi blog.
ResponderEliminarbesazo
¡Gracias, majo!
ResponderEliminarUn requetebeso.
Perfecta radiografía de la psicología infantil. El animismo infantil esta retratado magistralmente cuando Lucía dota de vida a sus muñecas. Nos has hecho sentir sus miedos con toda su intensidad. Mis peques también han pasado algún episodio de miedos, desbaratados jugando a ser valientes y no transmitiéndoles nuestros propios miedos.
ResponderEliminarAdmiramos tu escritura, Luisa.
Besos a pares.
Muchas gracias, Gemelas.
ResponderEliminarSiempre es fácil escribir de lo que alguna vez se ha sentido. Creo que es bueno no transmitir a los hijos ni nuestros miedos ni las inseguridades, aunque a veces es difícil. Pienso que debe haber algún componente genético a la predisposición. No es broma.
Un par de besos muy fuertes.
Y es que hay regalos que no deberían aceptarse.Pero es que la pobre Lucía no puede todavía protegerse.
ResponderEliminarBuen relato, Luisa.
Besitos
Gracias, Carlota.
ResponderEliminarLos niños son los más vulnerables en todo, tienen mucha más sensibilidad. Y sí que es cierto: hay regalos que no deberían aceptase jamás, porque luego el precio es muy alto.
Un beso muy fuerte.
Hola Luisa, siempre me sorprendes con los relatos. Este me ha parecido inquietante, muy bueno.
ResponderEliminarEs un placer leerte.
Un beso
Me alegro de sorprenderte, Reina. Esa es la principal función que espero de mis relatos a la hora de escribirlos.
ResponderEliminarEl placer es mío cuando me leéis. Siempre que cuelgo algo me pregunto sí os gustará y qué despertará en vosotros. Saberlo de primera mano es muy alentador.
Un beso muy fuerte.
Cómo molan tus relatos perturbadores, amiga Luisa.
ResponderEliminarEl miedo infantil es el no va más. ¿Quién no ha tenido miedo de pequeño? Las sombras, el viento, la persiana, los truenos, la ropa en la silla, los ruidos, etc. La imaginación hace estragos cuando te dejas llevar por ella.
Las experiencias vividas en este terreno también sirven para crear ficción.
Me ha gustado, nena. y a juzgar por los comentarios, también a los visitantes.
Un abrazo de Mos desde su orilla.
Gracias, Mos.
ResponderEliminarImagino que a ti no te ha pasado lo de las muñecas, pero es curioso que un gran porcentaje de mujeres experimente miedo hacia las muñecas antiguas. Los ojos de cristal nos infunden bastante inquietud. Somos muchas las que coincidimos. Y como ya he dicho más arriba, yo las tengo una fobia especial. De las experiencias vividas se sacan excelentes relatos, no cabe duda.
Un beso muy fuerte, compi.
Uf, Luisa, ¡glub! me has puesto la carne de gallina, hija...
ResponderEliminarDesde siempre me imponen esas miradas fijas e inquietantes de los muñecos de porcelana y antiguos; además este es un tema del que siempre se ha hablado mucho en Parapsicología... ¿tendrán una porción de alma estos seres inertes?
Me gusta mucho leer tu prosa ágil y que tan bien comunica vivencias y sentimientos :)
Yo tengo un relato: "El extraño escaparate" que... bueno, te dejo con él, por si te dan ganas de pasar más miedo...
http://marsolana.blogspot.com/2010/01/sabados-literarios-de-mercedes-he.html
Muchos besos, guapaaa...
Muy cierto, Mar. Esas pupilas no nos transmiten mucha confianza. Hay en ellas algo extraño. Están habitadas.
ResponderEliminarMe pasaré a leer “El extraño escaparate”, conociéndote sé de fijo que pasaré un momento muy… agradable. Me encantan las historias de miedo y más si me la cuentas tú.
Gracias, majísima.
Muchos besos.
Es que los muñecos que vuelven después de que los años han pasado acostumbran a perturbar sobretodo a la niña que todavía vive en el interior no se si del muñeco y de....
ResponderEliminarHola, Dríada.
ResponderEliminarY qué verdad es. Yo te aseguro que no tengo ni una sola muñeca. Una vez me regalaron un cocinero con la cabeza de porcelana y unos ojos… Lo colgué en la cocina por aquello de no ser desagradecida, pero al poco tuve que quitarlo. Pudo conmigo. Mis miedos infantiles siguen acompañándome ahora que soy adulta. Creo que ese es el motivo de que escriba estos cuentos. Para exorcizar mis demonios.
Un beso.
Dichosas muñecas, que yuyu dan. ¿Tendrá parte de verdad este perturbador? No sé, a mí no me gustan.
ResponderEliminar¿Y que me decís de los payasos, en muñeco claro?
Mal rollo, cambiemos de tema.
Un besazo, nos vemos mañana, en el mismo lugar y a la misma hora.
Hola, Resu.
ResponderEliminarOtra que se suma a la lista.
Lo de los payasos ya ni te cuento. A mi me dan yuyu hasta en carne y hueso. No todos, solo algunos. Incluso las estatuas vivientes también tienen su aquel.
Recuerdo en la Expo de Sevilla que estando en la fila para entrar a ver parte de los objetos que se utilizaron en la película Alien, el octavo pasajero, había gente pintada de color plata y oro realmente terrorífica. Se movían a nuestro alrededor espasmódicamente y… Bueno, imagina que canguelo.
Un beso, compi. Nos vemos mañana.
A mi me resultan frías e inquietantes las muñecas de porcelana. Además, también he tenido una experiencia paranormal en una "ouija" con una muñeca de ojos marrones, curiosamente única, porque lo normal es que tengan ojos azules... Mucho misterio...
ResponderEliminarEnhorabuena querida Luisita, esta noche te arroparé con la colcha azul desteñido, jajajaja!!! Besitos.
Je, je, je… Arrópame, tata; pero no me dejes sola con las Mariquitas Pérez.
ResponderEliminarSé a qué episodio te refieres, Marga. Yo todavía tengo los pelos como escarpias.
Nos vemos mañana, guapa.
Un beso muy fuerte.
Estupendo relato, Luisa. Y en tan poquitas líneas cómo logras desasosegarnos.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Susana.
ResponderEliminarMe encanta lo breve. Creo que gracias al blog tendría suficiente material para un libro de “Perturbadores”. Así, todos juntitos, llenarían un buen montón de páginas, je, je, je… Quién sabe, a lo mejor hay por ahí algún editor dispuesto…
Sueños aparte, me encanta experimentar con los textos y ver hasta dónde pueden llegar.
Un requetebeso.
Esas muñecas , eran fantasmagóricas, yo fuy una niña curiosa y enseguida les queria ver su maquinaria por dentro, osea no guardo ninguna.
ResponderEliminarUn beso Luisa
Eso está bien, Josefina. Haber sido una niña curiosa es bueno. Seguro que esa curiosidad te ha seguido acompañando a lo largo de tu vida. A mí también me llamaban los mecanismos, pero he de reconocer que nunca se me dio bien la mecánica. Yo era más de monopatines, y cuando se les iban los rodamientos, estaba perdida.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte.
Tienes el don de que el lector vea "literalmente" a esos personajes perturbadores que tú sabes dar vida con ese arte que tienes.
ResponderEliminarA mí me dan miedo las muñecas de porcelana ahora que soy adulta. La imaginación suele gastar malas pasadas como "la lámpara que se mueve sola", o "El Jesusito" que se balancea.
Buen cuento. Me gusta seguirte.
Muchas gracias, Cuentera.
ResponderEliminarSois los lectores como tú los que me dais los ánimos necesarios para seguir adelante. Si no fuera por esas palabras tan alentadoras, hace tiempo que lo había mandado todo a paseo. Es un mundillo duro este; donde a veces me veo muy muy pequeñita, tanto que siento que vay a desaparecer de un soplido.
Un beso muy fuerte. Me alegro que hayas vuelto.
me gusto... :D
ResponderEliminarGracias Vale.;)
ResponderEliminarMe alegro que te gustara.
Un saludo.